Las fiestas, los peques y el miedo

Durante el verano se celebran muchas fiestas locales y patronales en las que predomina la alegría, la música, bailes, conciertos, gigantes y cabezudos, fuegos artificiales y demás actividades.

Durante el día, las actividades se centran bastante en los peques, pero aún así quisiera reflexionar un poco sobre este punto.

Cuando son muy pequeños es muy probable que no entiendan exactamente lo que está ocurriendo, aunque a nosotros nos haga muchísima ilusión que conozcan nuestros gigantes y cabezudos y disfruten con nosotros de nuestras tradiciones, hemos de tener en cuenta que a nuestros peques les puede dar realmente pánico verlos.

El miedo es un instinto natural que, aunque nuestra sociedad le haya dado una connotación negativa, es uno de los instintos básicos que se desencadena ante un peligro real o imaginario. Tendemos a minimizar los miedos infantiles, cuando en realidad están respondiendo a una función de supervivencia que tiene programada nuestra especie. Sin el miedo natural, probablemente la humanidad no estaría aquí, ya que no es más que parte de nuestro sistema de alarma y debemos verlo como un gran aliado.

Me parece interesante el consejo que nos da Yolanda González Vara al respecto, en el capítulo sobre los miedos en su libro “Amar sin miedo a malcriar”:

El miedo a los cabezudos y a los fuegos artificiales es un miedo presente, cuando no nos hemos anticipado dando la información al mismo tiempo que transmitimos mucha tranquilidad y normalidad. Muchas veces, los padres llevan a los hijos a ver los cabezudos o los fuegos artificiales, como si fuera un motivo de disfrtue, convirtiéndose en un drama de llantos. ¿Por qué? El cabezudo o el fuego artificial le llega por sorpresa y reacciona con miedo a lo desconocido. Es un problema fácil de evitar desde la técnica de la anticipación, que propongo en los grupos. Es decir, hay que preparar con naturalidad al niño para la primera vez de su experiencia (con dos o tres años, no antes) ante lo nuevo que va a ver. Es una preparación breve y segurizante. Algo así como: “¿Sabes? Vamos a ver muchas luces que hacen ruido y son bonitas (siempre en brazos)”, o “vamos a ver unas cabezas muy muy grandes que corren por la calle jugando tras los niños (nuevamente en brazos)”. No tiene sentido que esté de la mano en el suelo y tengamos que cogerlo apresuradamente en brazos ante su llanto de susto, confirmando el peligro que ha sentido.

Antes de los dos o tres años no es recomendable en absoluto exponer a los niños pequeños a según qué situaciones. Protejámosles de los miedos que no podemos explicarles, máxime cuando son evitables. Una buena forma es aproximarles al estímulo provocador del miedo de forma progresiva y siempre en nuestra compañía, en nuestros brazos, transmitiéndoles seguridad y tranquilidad.