XI Congreso de FEDALMA: mi visión

Este viernes y sábado pasados se celebró en Miranda de Ebro el XI Congreso de FEDALMA, bajo el lema “Lactancia materna, sin fecha de caducidad”.

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Este post no pretende ser un review del congreso, sino más bien qué he sentido a lo largo del mismo. Para mí ha sido corto, pero muy intenso.

Me he dado cuenta de que un congreso de este tipo puede ayudar a sanar, a encontrar respuestas y a sentir que no estás sola. Es maravilloso ver cómo hay tanta gente luchando día a día para que las madres que deciden amamantar sean apoyadas y conseguir que se sientan satisfechas y seguras de la decisión que han tomado.

Escuchar a personas tan comprometidas con la salud de los bebés, ha sido realmente motivante y esperanzador. Ha habido discursos llenos de sensibilidad e implicación.

Me encantó escuchar en directo a José María Paricio, su charla fue como siempre muy interesante. Me quedo con la frase:

Llevamos siglos minando la autoestima de la mujer.

El primer libro que me leí cuando estaba embarazada fue “El poder de las caricias” de Adolfo Gómez Papí, que me adentró en el mundo de la crianza “instintiva” y escucharlo en directo ha sido realmente emocionante.

Pero la charla que con diferencia más me llegó, por mi experiencia personal, fue la de María Jesús Fernández, psicóloga perinatal. Nos habló del apoyo que hay que dar a las familias ante una lactancia perdida. Mi lactancia no ha sido una lactancia perdida, pero sí una lactancia con un inicio difícil y con muchos baches. En este otro post os conté mi experiencia. Oír nombrar las emociones que viví durante estos casi tres años de lactancia hizo que se removieran sentimientos que pensé tenía olvidados. En este aspecto creo que ha sido sanador.

Finalizó la charla con esta diapositiva, que mostraba un precioso texto atribuido a José Saramago (algo que al parecer no está confirmado).

congreso_diapo_saramagoEl texto dice lo siguiente:

“Hijo es un ser que nos prestaron para un curso intensivo de como amar a alguien más que a nosotros mismos, de cómo cambiar nuestros peores defectos para darles los mejores ejemplos y de nosotros aprender a tener coraje.

Sí. ¡Eso es! Ser padre o madre es el mayor acto de coraje que alguien pueda tener, porque es exponerse a todo tipo de dolor, principalmente el de la incertidumbre de estar actuando correctamente y del miedo de perder algo tan amado.

¿Perder? ¿Cómo? ¿No es nuestro? Fue apenas un préstamo…. El más preciado y maravilloso préstamo ya que son nuestros sólo mientras no pueden valerse por sí mismos, luego le pertenece a la vida, al destino y a sus propias familias. Dios bendiga siempre a nuestros hijos pues a nosotros ya nos bendijo con ellos”.

Qué importante es que haya personas que estén por la labor de apoyar a las madres en su crianza muchas veces “contra corriente”. Yo hubiera dado todo el dinero que tenía para haber sentido más apoyo en mi parto, en mi lactancia, en mi entorno.

Esto no hace más que reafirmarme en mi decisión de cambiar el rumbo de mi vida profesional. Por eso estoy formándome como Asesora Continuum, porque yo también quiero aportar mi granito de arena para que poco a poco haya más personas apoyando una crianza natural y sobre todo, que den sostén a esas madres en vías de empoderamiento que lo necesiten.

También ha supuesto la primera separación nocturna que he tenido de mi hijo, casi tres años después de su nacimiento. Me costó conciliar el sueño, pensando en él, temiendo de que me echara tanto de menos como yo a él. Finalmente al volver a casa, tenía la sensación de haber faltado una semana entera, pero mi niño estaba bien, tranquilo y contento. Creo que estaba perfectamente preparado, más que yo.

En definitiva, toda una gran experiencia que pude compartir con mis queridas compañeras de Amagintza, dándonos además una oportunidad de conocernos un poquito más. Fue también un gusto conocer en persona a Noelia Prieto Gómez de Teta e Coliño, de quien estoy recibiendo la formación de Asesora de Lactancia.

 

Lo que me hubiera gustado saber: parto y lactancia

Ser madre me ha llevado a querer aprender más y más sobre temas de crianza y todo lo relacionado con volver a lo instintivo y natural. Por ello mi deseo es formarme en varios aspectos en torno a la maternidad, en primer lugar como crecimiento personal y en segundo lugar para ayudar a otras mamás en este maravilloso pero a la vez difícil camino.

En septiembre empecé un curso de Asesoría de Lactancia con la asociación de Teta e Coliño. Nuestra formadora, Noelia Prieto Gómez, tiene muchísima experiencia en temas de lactancia y crianza y además es una gran comunicadora, sensible y empática, que sabe llegar al corazón. El temario es muy extenso y me está encantando. Los temas que hemos tratado esta semana han sido especialmente removedores: “Parto y Lactancia” y “Contacto Precoz y primera toma”.

En ellos hemos aprendido la importancia de las condiciones del parto para una lactancia exitosa, así como lo absolutamente necesario de un contacto precoz y un entorno respetado. Esto me ha hecho rememorar mi parto, que fue tan distinto a lo que yo deseaba. En mi caso, como en muchos otros, entraron en juego mis expectativas, que no fueron cumplidas ni mucho menos.

A los pocos meses de quedarme embarazada, empecé a buscar información sobre el parto. Pronto me di cuenta de que yo quería un parto lo más natural posible, pero por otro lado me daba miedo un parto en casa. Así que quise intentar algo intermedio: contraté una doula pero con la idea de ir al hospital a dar a luz. Con mi doula aprendí muchas cosas como, por ejemplo, la importancia de las condiciones necesarias para dar a luz de forma natural. Poco a poco me fui convenciendo más de que en realidad lo que quería era parir en mi casa, en mi plena seguridad. Pero me decidí demasiado tarde y ya no pude encontrar una matrona que atendiera mi parto, así que me tuve que conformar con el hospital.

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El tipo de parto influye en la lactancia y en el vínculo

Hoy no quiero hablar exactamente de mi parto, sino más bien, de los primeros momentos que viví con mi chiquitín una vez nació. Respecto al parto sólo diré que estuve varias horas con oxitocina sintética y también epidural al final de la dilatación. Mi bebé nació a las 18:20 de la tarde del 9 de agosto de 2011, y me lo pusieron encima de mi barriga, ni siquiera recuerdo si estaba desnuda o con la bata de hospital. Fueron momentos confusos y dolorosos. Mi pequeño lloraba desconsoladamente y no sabía ni cómo calmarle. Poco antes había podido tocar su cabecita viscosa y resbaladiza, cuando asomaba por mi vagina. Ahora esa sensación ya no la sentía, sí recuerdo su olor tan especial, tan increíblemente rico. Me sentí rara y desconectada en esos momentos, no me sentía pletórica como pensaba que tendría que sentirme. Había mucha luz en el paritorio, mucha gente entrando y saliendo, muchos observando mi desgarro y valorando cómo coserme…

Luego recuerdo que me pusieron de lado en la camilla, una vez finalizaron con la sutura, y colocaron a mi bebé para que se cogiera al pecho. Mi bebé ni siquiera hacía el amago de querer cogerlo, y la enfermera le empujaba la cabecita contra mi pecho para que se enganchara.

Cuando llegué a mi habitación, mi chiquitín ya dormía profundamente, y no se despertó hasta las 5 de la mañana del día siguiente. Por lo que puedo decir, que la primera hora, que es la crucial para que un bebé se agarre espontáneamente, fue un desastre absoluto, aún sin haber habido separación.

Hoy sé, que tanto el parto como la lactancia son el resultado de un perfecto juego de hormonas, que interaccionan entre ellas con una armonía asombrosa. Hoy sé que las hormonas artificiales inhiben las naturales y que además, a pesar de tener la misma composición química no envían las mismas señales a nuestro cerebro, ni al de nuestro bebé. Hoy entiendo porqué me costó un poco enamorarme de mi pequeño y porqué no le hice caso a mis instintos más profundos. Todo mi comportamiento estaba modificado.

Podéis leer este excelente artículo de Eloísa López en Una maternidad diferente, que resume una ponencia de Ibone Olza, titulada: “Oxitocina, vínculo y lactancia”.

Aspectos fallidos durante el inicio de mi lactancia

En mi caso, hoy por hoy, puedo entender qué falló en el inicio de mi lactancia:

  • El parto fue terrible para mí, yo lo viví así, y me costó más de un año superar ese duelo, teniendo que recurrir a terapia.
  • Durante los primeros momentos, yo estuve más preocupada por qué me había pasado, qué tanto daño me había hecho con el desgarro que en estar centrada en mi bebé, en intentar darle espacio en mi mente y en mi corazón para que pudiera hacer su camino hacia el pecho.
  • Ya una vez en la habitación, agotada y atontada con la epidural, a parte de mirar embobada a mi retoñito, no era capaz de nada más, de hecho tardé varias horas en poder levantarme de la cama para ir al baño.
  • Las constantes e indeseadas visitas fueron un grave problema para establecer nuestra lactancia. Yo necesitaba paz, cosa ya bastante complicada en una habitación triple, pero es que además, las visitas me ponían muy nerviosa, así como los típicos consejos que lo único que provocaban en mí era rechazo y ponerme a la defensiva.
  • Las enfermeras no fueron muy acertadas en ayudarme en el tema de la lactancia, lo único que hacían era empujar la cabeza de mi bebé contra mi pecho, para “obligarle” a que se enganchara, y éste lloraba más y más cuando lo hacían, echando con fuerza su cabeza hacia atrás. También pasaban una media de tres veces al día para estrujarme la teta con el fin de comprobar si salía calostro. Toda esta actitud hizo ponerme a la defensiva, porque veía que mi bebé y yo necesitábamos otro “método”, más respetuoso, pero tampoco sabía cuál. Tanto así que rechacé cualquier ayuda, ya no veía con claridad y además tenía miedo de que le dieran un biberón. De esto me he sentido bastante culpable durante mucho tiempo (todavía guardo una espinita clavada) porque mi pobre chiquitín estuvo casi dos días sin mamar, más que quizás alguna mini-gotita de calostro, porque no era capaz de engancharse, a lo sumo me pegó algunos “mordiscos”.
  • Al final, por pura desesperación acepté la pezonera que me proporcionó una enfermera, y menudo alivio ver a mi bebé por fin ingiriendo algo y calmando su hambre.

Cosas que pude haber hecho, de haberme informado mejor

  • Debí tener la conciencia de llamar a mi doula, que también es asesora de lactancia, ya el primer día en el hospital. Sí lo hice para que viniera en cuanto llegué a casa, y gracias a eso pude salvar mi lactancia. Pero me arrepiento de no haberlo hecho antes. También es cierto, que al cabo de unos meses, descubrí que mi bebé tenía frenillo sublingual corto, cosa que influyó mucho a la hora de poder engancharse al pecho.
  • Debí ser más tajante con las visitas y más sincera con mi pareja al respecto.
  • Debí confiar más en mis instintos y hacerlos valer frente a los demás.
  • Debí buscar un círculo de apoyo, como un grupo de crianza o un grupo de lactancia antes de parir, para haber podido acudir con total confianza en cuanto vi que algo no iba bien.

¿Cómo recuperar el tiempo perdido?

Afortunadamente, aunque sólo se nace una vez y esos preciados primeros momentos de la vida extrauterina sólo pasan una vez en la vida, sé también que el tiempo perdido se puede recuperar.
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Para generar o reforzar el vínculo y el apego que quizás se vio comprometido en el momento del parto, es importante hacer mucho piel con piel, lactancia materna a demanda (o biberón como si fuera el pecho, como dice Ibone Olza, «que lo único que se pierda el bebé sea la leche materna»), estar atenta al mínimo gesto de nuestro bebé para darle lo que necesita.

  Mírale mucho, mímale mucho, bésale mucho, portéale, báñate con él, duerme con él, fúndete otra vez con él

¿Qué hacer para prevenir y afrontar circunstancias adversas?

Creo que lo más importante es informarse bien durante el embarazo, pero no sólo sobre la evolución física de nuestro bebé,  sobre los enseres que vamos a comprar, de cómo conseguir un parto respetado, sino leer mucho sobre las emociones que rodean el parto, el puerperio y la maternidad en general. Aprender cuáles son las necesidades reales de nuestros bebés y ser conscientes de que hay muchas cosas de las que no se hablan, pero que son una realidad.

¿Y tú, cómo crees que influyó tu parto y postparto en la lactancia y/o en el vínculo? ¿Qué sabes ahora que te hubiera encantado saber entonces? Si te ha gustado lo que has leído, o te ha sido útil, ¡compártelo!